Ricardo de la Cierva: recuerdo e historia
24 noviembre 2015
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Tuve el honor de conocer a Ricardo de la Cierva en 1990 con
ocasión de unas tertulias que organizábamos un grupo de amigos recién
licenciados en nuestras respectivas carreras. Después le invité a
participar en el libro En torno al municipio, editado por
la Comunidad de Madrid en 1996 gracias a lo cual mi firma entonces casi
novel se pudo codear con personalidades ilustres como De la Cierva o Julián Marías.
Compartimos algunas conversaciones y varias cartas. Ricardo de la
Cierva era en persona ese pozo de sabiduría inacabable que demostraba
ser en su amplia y fecunda obra.
Envidiado, atacado, marginado por la historiografía oficial, vendía
más ejemplares de sus libros de historia que cualquiera de sus
enemigos, lo que sin duda acrecentaba la envidia. En la solapa de uno de
sus libros se refería a este hecho: ¿Cómo no envidiar a un químico que
además era historiador y encima vendía libros? Y por si fuera poco
alcanzaba la final del Planeta con una novela histórica. Y el colmo: con
todo el bagaje anterior a menudo contradictorio, llegó a ser diputado,
senador y ministro de Cultura en el Gobierno de Adolfo Suarez en 1980.
Nacido en Madrid el 9 de noviembre de 1926, era nieto de Juan de la
Cierva Peñafiel, ministro de Alfonso XIII, sobrino de Juan de la
Cierva, inventor del autogiro e hijo del diputado de la CEDA Ricardo de
la Cierva y Codorniú, asesinado en Paracuellos del Jarama en 1936.
Doctor en Ciencias Químicas y Filosofía y Letras obtuvo la cátedra de
Historia Contemporánea Universal y de España en la Universidad de Alcalá
de Henares.
Su relación con la historia y la política se remonta a los años
sesenta cuando Fraga le encarga el estudio de la bibliografía sobre la
guerra civil española. De ahí llega a alcanzar en 1973 la Dirección
general de Cultura Popular y fue presidente del Instituto Nacional del
Libro Español. Perteneciente al equipo de Pio Cabanillas su labor fue
claramente aperturista, abrió las puertas de las publicaciones a la
oposición y su trabajo fue reconocido de forma amplia en todos los
sectores políticos. Buscando en los archivos se encuentra la nota del
homenaje que le fue rendido cuando cesó como presidente del INLE y las
palabras de afecto de gentes tan alejadas de su ámbito como Manuel
Vázquez Montalbán (a partir de ahora –decía el escritor comunista- nos
pelearemos con balas de papel).
De la Cierva comenzó a escribir sobre el franquismo en vida de
Franco. Su aperturismo le costó el cese como Director General lo que
espoleó sus ánimos embarcándose en numerosas actividades culturales.
Apreció a Dionisio Ridruejo en sus últimos meses manteniendo dramáticas
conversaciones sobre la vida, las ideas y la muerte. Fue columnista de El País
y se separó de Fraga cuando éste se lanzó a la vía de Alianza Popular y
sus siete magníficos. Aunque en su nombramiento, De la Cierva quedó
–como tantos– sorprendido por el nombramiento de Suarez en 1976 que
pronto pasó a estar en su órbita. Fue asesor de cultura del Presidente y
finalmente ministro de Cultura en 1980, aunque tan solo duraría ocho
meses y medio en el cargo. Sus artículos de aquellos años revelan la
idiosincrasia de la transición, sus errores pero también su generosidad.
De la Cierva tendió la mano a la izquierda, escribió por encargo en Gaya un librito sobre Qué son las derechas, muy crítico con la tentación de la espada que la derecha sentía a menudo, y discrepó con fuerza en aquellos años de quien terminaría siendo muy buen amigo, Gonzalo Fernández de la Mora. Tras abandonar UCD recaló por muy poco tiempo en Alianza Popular. Pero la historia y la cultura se convirtieron enseguida en las dos trayectorias de su vida. Todos sus libros estaban dedicados a su mujer, Mercedes, una fidelidad literaria y humana reveladora de su personalidad.
No es este el espacio para el análisis profundo de la gigantesca
obra de Ricardo de la Cierva en el terreno de la historia, de sus
aciertos o sus deficiencias. Pero es preciso remarcar su estilo directo,
capaz de enganchar de principio a fin, su gran cultura (exhibida en
otro libro extraordinario: Como ampliar mi cultura) y sus dotes de escritor. Publicó una trilogía de novelas sobre Isabel II y su turbulento reinado. La primera de ellas –Alumna de libertad– fue finalista del premio Planeta. Escribió con sarcasmo en Decamerón 90, noveló biografías de Juan Pablo I y Felipe II y ofreció memorables retratos de personalidades de su tiempo en Retratos que entran en la historia,
un libro extraordinario con emocionantes descripciones de Juan
Carlos I, el propio Suárez, Franco, Agustín de Foxá, Jose Antonio,
Dionisio Riduejo, Pedro Sainz Rodriguez…
Ganó el premio Espejo de España por Agonía y victoria,
ensayo histórico sobre la caída de Madrid en los meses de primavera de
1939 previos al fin de la guerra ocasionando el ridículo de su muy
inferior rival Javier Tussell que no conforme con la decisión del
prestigioso Jurado decidió abandonarlo y crear escándalo.
De la Cierva buceó con increíble documentación en la historia de la Iglesia católica en el siglo XX, sus libros Oscura rebelión en la Iglesia y Jesuítas, iglesia y marxismo impresionan por su capacidad dialéctica y por el retrato duro que hace de la llamada teología de la liberación.
Se especializó en la masonería rastreando sus documentos e
investigando a fondo en Internet y no dudó en enfrentarse a aquella al
declararse católico y antimasónico. Y por supuesto estudió a fondo la
Historia de España, (Historia total de España), la guerra civil y el franquismo (su ultima biografía de Franco
es un monumental estudio que ha abierto el camino a otras posteriores
de Pío Moa, Jesús Palacios y Stanley G. Payne). Además, escribió como
vidas paralelas las de Franco y Don Juan (Los reyes sin corona) y con Sergio Vilar (historiador de izquierdas) publicó en editorial Planeta un muy interesante debate a dúo: Pro y contra Franco. Vilar historiaba el franquismo y De la Cierva el antifranquismo.
La curiosidad y la información del historiador parecían no tener
límites: los templarios, los amores de Alfonso XII, la conversión de
Indalecio Prieto, las mentiras de Carrillo en sus memorias, Historias de la corrupción,
el marquesado de Escrivá de Balaguer, la verdadera historia de Carmen
Diez de Rivera… A veces se excedía en los enfrentamientos, como los que
mantuvo con Umbral (que también evolucionaría no poco, por cierto),
Tusell o incluso Preston, a quien atacó sin piedad con ocasión de la
biografía que el historiador británico escribiera sobre Franco (aunque a
la luz objetiva, parece que las de Stanley Payne, otro ilustre
hispanista, superan desde luego a las sesgadas de Preston o Ángel
Viñas).
Luis María Ansón, amigo y discrepante desde la categoría, escribió
en su biografía de Don Juan de Borbón que resultaba absurdo negar los
méritos a Ricardo de la Cierva a causa de su “ideología”, ya que sus
descubrimientos históricos se cuentan por docenas y su amplia
documentación y cultura impresionan a cualquiera.
Abandonó su fugaz paso por la política en 1984, narró la turbulenta historia de la derecha en La derecha sin remedio, un volcán de datos y escenarios. En 1993, para eludir censuras y presiones fundó su propia editorial, Fénix, donde ha venido publicando desde entonces, casi siempre con éxito.
Amigo personal de hombres como Juan Antonio Vallejo Nájera,
Fernando Vizcaíno Casas, Manuel Otero Novas, conoció a casi todos en el
tardofranquismo y la transición. Fue un hombre culto y polémico que
siempre se atrevió a decir lo que pensaba, aunque cometiera errores.
Falleció el pasado 19 de noviembre en la capital de España a la
edad de 89 años. Pío Moa, uno de sus discípulos –por así decir–,
escribió un artículo en 2003: Ricardo de la Cierva, el erradicado, describiendo el proceso de olvido a que muchos medios y políticos le estaban sometiendo.
Texto extraído de: http://www.ritmosxxi.com/blog/ricardo-cierva-recuerdo-historia-14208.html
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