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jueves, 10 de octubre de 2013

Beatificación de Isabel I la Católica - Curiosidad

La conexión vasca con Isabel la Católica

El mecenas para su beatificación ha sido el empresario leonés Pablo Díez, fundador de la fábrica de cervezas Modelo junto a Félix Aramburuzabala, originario de Eskoriatza

09.10.13 - 00:00 -

La conexión vasca con Isabel la Católica
Retrato de Isabel la Católica y María Asunción Aramburuzabala.
 
La productora Diagonal TV, enfrascada en la tercera temporada de la serie sobre Isabel I de Castilla, ha tenido que buscar exteriores fuera de Cataluña, después de que el Museo de Historia de Barcelona vetara la grabación de un episodio en la plaza del Rey y en el Palacio del Tinell. El Muhba alega motivos de «desencuentro entre la esencia del rigor histórico del museo y la difusa línea entre la realidad y ficción de la serie». En efecto, no es un documental sino una ficción, pero las reservas ideológicas, como antes fueron las religiosas, han vuelto a aflorar. Al hilo de la actualidad de este personaje, algunos han vuelto a desempolvar la causa de canonización de la reina, 'dormida' en el Vaticano. El peso de la financiación del proceso ha recaído en Pablo Díez, un empresario leonés que fundó en México la empresa Modelo –creadora de Coronita–, junto a un grupo de empresarios, entre ellos Félix Aramburuzabala Lazcano-Iturburu, que dejó su Eskoriatza natal para emigrar al país azteca. 

La recreación televisiva sobre la vida de Isabel I ha enganchado a los espectadores, de una manera desigual por comunidades. El capítulo que cerró la primera temporada fue seguido por 4.651.000 personas, si bien el producto tuvo picos de hasta 5.047.000 espectadores (26% de share). En la segunda temporada, el pasado 30 de septiembre, a las 23.39 horas 3.972.000 personas estaban viendo la serie. La media general es de 3.612.000 espectadores, lo que supone una cuota del 18,9%. Considerada un símbolo de la unidad de España, en Cataluña, con la que está cayendo, ese registro baja a la mitad (9,4%, con 290.000 espectadores). En el caso de Euskadi, son 144.000 las personas que lo siguen, con una cuota del 16,1%. El porcentaje más alto la ostenta Aragón con un 25,1%.

La causa de beatificación de Isabel I de Castilla, que tiene acérrimos defensores y furibundos opositores, se inició en 1958 en Valladolid, diócesis donde se produjo su fallecimiento. La puso en marcha el obispo de entonces, José García Goldaraz, tras consulta previa con el Vaticano y el nuncio. El prelado designó una comisión de tres historiadores y especialistas en la época para iniciar una extensa investigación. Las conclusiones llegaron en 1970 recogidas en 27 volúmenes, después de haberse consultado más de cien mil documentos. Dos años después, se produce la apertura canónica del proceso y la reina es declarada Sierva de Dios, pero la Congregación para la Causa de los Santos lo deja enfriar durante 20 años. En 1991, Delicado Baeza, arzobispo de Valladolid, pretende impulsar la causa. El cardenal Angel Suquía Goicoechea, vasco de Zaldibia, solicita al Papa agilizar el proceso. La Secretaria de Estado del Vaticano contesta que «las circunstancias aconsejan profundizar algunos aspectos del problema, tomando un tiempo conveniente de estudio y reflexión». Una forma muy vaticana de decir que el proceso seguía congelado.

La nota de la Santa Sede no especificaba las 'circunstancias', como también ocurrió en 1997. Cuarenta años después, la causa seguía frenada. En España, el Episcopado se encontraba dividido sobre la santificación de una reina polémica, que arrastra una severa leyenda negra –injusta para algunos–, y que había sido elegida como estandarte del franquismo, lo que dañó aún más su imagen. Pero mas allá de las controversias políticas, había dos cuestiones que se levantaban como un muro en la causa de beatificación: la expulsión de los judíos y la implantación de la Inquisición. Pese a que los historiadores invocan que hay que juzgar a la reina Isabel con los valores de otro tiempo –incluso el investigador Benzion Netanyahu, padre del primer ministro de Israel, ha apoyado esta posición–, no pocos teólogos consideran que perjudicaría a una Iglesia que tiende puentes a las otras religiones.

Lustiger y Etchegaray, en contra

Ese es el argumento que siempre ha exhibido el cardenal Jean-Marie Lustiger, incansable opositor a la beatificación. El arzobispo de París había nacido en el seno de una familia polaca judía. Su madre fue deportada durante la ocupación nazi y murió en el campo de concentración de Auschwitz. Luego vivió con una familia cristiana y se convirtió al catolicismo. Lustiguer era muy amigo de Juan Pablo II, gran promotor de santos, y su influencia fue decisiva para bloquear la beatificación. En enero de 1991, la Conferencia Episcopal Francesa envió una carta a la Congregación para la Causa de los Santos en la que consideraba perjudicial la beatificación para el diálogo judeo-católico. El cardenal Roger Etchegaray, de la localidad vascofrancesa de Espelette, también se opuso a la canonización.

El Episcopado español, sin embargo, decidió impulsarla en 2001 de cara a la celebración del V Centenario de la muerte de la reina. El cardenal Rouco, con el apoyo de dos tercios de los obispos, pidió a Juan Pablo II que se prosiguiera con la causa. En 2002, con motivo del cumpleaños del Papa, Rouco le regaló un ejemplar editado para la ocasión del facsímil del Testamento y Codicilio de la reina. El entonces prefecto del 'ministerio' encargado del asunto, el cardenal Jose Saraiva, dijo a una comisión vallisoletana que la causa de la reina «non é fermata, cammina». El arzobispado de Valladolid entregó ejemplares de ese testamento a todos los embajadores de Iberoamérica en Madrid para lograr la complicidad de la diplomacia. En sendas visitas al Vaticano, Aznar regaló a Juan Pablo II una biografía de la reina, y Rajoy entregó a Benedicto XVI un catálogo de la exposición sobre la misma. Pero la Santa Sede seguía prudente.

Sostener en el tiempo todo este proceso no ha resultado gratis. La mayor aportación para financiarlo ha procedido de Pablo Díez, un empresario de León que emigró a México en 1905. Huérfano de madre a los tres años, había ingresado en los dominicos. Y aunque no llegó a tomar los hábitos, le quedó un gran poso cristiano. En la capital azteca formó parte del grupo que fundó la Cervecería Modelo, hoy un gran grupo industrial con marcas muy conocidas como Coronita. Díez se puso al frente de la empresa al morir Braulio Iriarte Goyeneche, un baztanés del equipo fundador, al que ayudaron sus sobrinos José Larregui y Agustín Jauregui. Parte de la fortuna que amasó apagando la sed de unos Estados Unidos que salían de la Ley Seca, Díez la empleó en causas sociales, como sanatorios y residencias de ancianos, al igual que para construir seminarios y santuarios. En México y en España. Una de las causas que abrazó con más cariño fue la de conseguir la beatificación de Isabel la Católica.

La dinastía de los Aramburuzabala 

Uno de los hombres de confianza de 'don Pablo', fue Félix Aramburuzabala Lazcano-Iturburu, que dejó su localidad natal de Eskoriatza para emigrar a México al mismo tiempo que el mecenas leonés. En la década de 1930, el guipuzcoano entró a formar parte del consejo de administración de la empresa Modelo, de la que fue vicepresidente. En 1971, al morir Pablo Díez, Aramburuzabala fue uno de los herederos del negocio, que trasmitió a su hijo Pablo en 1972. Pablo Aramburuzabala y su hija Maria Asunción siguieron vinculados a la principal compañía cervecera mexicana.

María Asunción Aramburuzabala Larregui figura como consejera propietaria según la nota hecha pública por la empresa tras la última reunión de su consejo de administración, en agosto pasado. Mariasun, como se la conoce en su entorno más cercano, es una de las mujeres más influyentes en el país y tiene un gran carácter y coraje, como lo demostró a la muerte de su padre, en 1995, cuando varios grupos intentaron tomar el control de la firma cervecera. Divorciada en dos ocasiones, su último marido fue Tony Garza, exembajador de EE UU en México, vinculado al expresidente George W. Bush. Según el informe 'Forbes', es una de las mujeres más ricas de México. Hace cuatro años se le calculaba un patrimonio de 1.850 millones de dólares. Los Aramburuzabala también desarrollaron actividades altruistas, sobre todo, la madre, Lucrecia Larregui, de Elizondo.

A la muerte de Pablo Díez fue su sobrino político, Antonino Fernández –también emigrado de León–, quien retomó el mecenazgo del proceso para canonizar a la reina Isabel. Casado con Cinia González Díez, pronto ganó la confianza de 'don Pablo'. En 1971 ya era presidente del consejo de administración y director general del Grupo Modelo. Desde 2005 es presidente honorario vitalicio. También él ha desarrollado una gran labor filantrópica, pero, sobre todo, cogió el testigo que le pasó su tío para seguir alimentado el presupuesto de la causa para llevar a los altares a Isabel de Castilla. Su hijo Carlos ha continuado su camino. Casado con Lucrecia Aramburuzabala –hermana de Mariasun– también figura en el consejo de administración del grupo cervecero.

Tanto Pablo Díez como Antonino Fernández cuentan con el reconocimiento de la Orden de Isabel la Católica, creada por Fernando VII en 1815 –y confirmada con una bula por Pío VII un año después– para «premiar la lealtad acrisolada a España y los méritos de ciudadanos españoles y extranjeros en bien de la nación y muy especialmente en aquellos servicios excepcionales prestados en favor de los territorios americanos y ultramarinos», según el último reglamento de 1998 con Abel Matutes en Asuntos Exteriores. Personalidades del Vaticano también la han recibido –aunque con el grado de encomienda–, como el portavoz del Papa, Federico Lombardi, el director de L'Osservatore Romano, Giovanni María Vian, y el organizador de los viajes papales, Alberto Gasbarri. La Orden de Isabel la Católica fue la única de las condecoraciones del Estado que no se suprimió en julio de 1931, con un Gobierno republicano. Y eso que entonces llevaba el título de Real.

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