miércoles, 16 de abril de 2014
El “descarte” del ABORTO
El “descarte” del aborto
Obispo José Ignacio Munilla
San Sebastián, 5 de marzo de 2014
Miercoles de Ceniza
El término “descarte” ha sido incorporado recientemente al lenguaje
coloquial de la Iglesia por nuestro querido Papa Francisco. Estamos ante
uno de esos nuevos vocablos que pertenecen al llamado “diccionario
bergogliano”. El hecho es que Francisco ha utilizado esta expresión en
diversas alocuciones públicas, refiriéndose a diversos campos de la vida
moral.
En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, Francisco utiliza la
palabra “descarte” para referirse a la economía excluyente, sobre la que
afirma que “es una economía que mata”. Y se explaya aún más en su
denuncia profética: “Se considera al ser humano en sí mismo como un bien
de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve.
Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la
opresión, sino de algo nuevo … Los excluidos no son «explotados» sino
desechos, «sobrantes»” (EG nº 53).
Pero de la misma forma en que el Papa utiliza el término “descarte”
refiriéndose a las injusticias derivadas de un capitalismo salvaje, que
consagra el lucro como el valor supremo; vuelve a servirse del mismo
término, cuando aborda el tema del aborto. Por ejemplo, en septiembre de
2013, en el contexto del Encuentro de la
Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas, Francisco
pedía a los ginecólogos y a los sanitarios combatir la cultura del
“descarte” y defender la vida.
Asimismo, en el discurso dirigido en enero de 2014 al Cuerpo Diplomático
Internacional acreditado ante la Santa Sede, volvió a referirse al
aborto como parte de la cultura del “descarte”, y expresó el horror que
le suscita el mero hecho de pensar en los niños que, víctimas del
aborto, no podrán ver nunca la luz.
1.- ¿Qué nos dice el Papa Francisco sobre el aborto?
El Papa Francisco ha tenido la intuición de abordar la dramática
cuestión del aborto en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium,
dentro de un apartado que tiene como título “Cuidar la fragilidad”. En
el desarrollo de dicho apartado, que está incluido dentro del capítulo
cuarto en el que se trata la “Dimensión Social de la Evangelización”,
Francisco nos invita a estar especialmente atentos a descubrir las
nuevas formas de pobreza y fragilidad, en las que hemos de reconocer al
Cristo sufriente.
Ciertamente, es muy significativo que el Papa Francisco haya incluido el
aborto en el listado de las ‘nuevas pobrezas’ a las que necesitamos
hacer frente: los ‘sin techo’, los toxicodependientes, los refugiados,
los pueblos indígenas, los ancianos que viven solos, los niños
utilizados para la mendicidad, las mujeres maltratadas y discriminadas,
etc. Llegados a este punto, dejémosle hablar al propio Papa Francisco:
“Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que
son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en
orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie
pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa
que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como
algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa
de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier
derecho humano.
Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e
inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es
un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si
esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para
defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a
conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón
es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida
humana, pero si además la miramos desde la fe, «toda violación de la
dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se
configura como ofensa al Creador del hombre»” (EG nº 213).
“Precisamente porque es una cuestión que hace referencia a la coherencia
interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe
esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero
ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a
supuestas reformas o «modernizaciones». No es progresista pretender
resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es
verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres
que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les
presenta como una rápida solución a sus profundas angustias,
particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como
producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién
puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?” (EG nº
214).
2.- Mientras haya aborto no habrá paz
No es una reflexión mía, sino de la Madre Teresa de Calcuta. Cuando en
1979 fue a recoger, en nombre de los más pobres de entre los pobres, el
Premio Nobel de la Paz, pronunció, ante la sorpresa de los allí
presentes, las siguientes palabras: “Estamos hablando de la paz… El
mayor destructor de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra
directa, un asesinato directo por la madre misma....No estaríamos aquí
si nuestros padres nos hubieran hecho eso a nosotros.(…) Muchas personas
están muy, muy preocupadas por los niños en India, o en África, donde
muchos mueren, tal vez de desnutrición, de hambre u otros motivos…,
¡pero millones están muriendo de forma deliberada por la voluntad de la
madre! Y ese es el mayor destructor de la paz hoy. Porque si una madre
puede matar a su propio hijo, ¿qué falta para que yo te mate a ti y tú
me mates a mí? ¡No hay nada en el medio! (…) Hagamos que cada niño,
nacido o no nacido, sea querido. (…) Nosotras estamos combatiendo el
aborto con la adopción. Ya hemos salvado miles de vidas; y hemos mandado
mensajes a todas las clínicas, a todos los hospitales, a todas las
oficinas de la policía: por favor no destruyan al niño, dénnoslo a
nosotras, que nos encargaremos de ellos y les conseguiremos un hogar”.
El recordatorio de este fortísimo alegato de la Madre Teresa en nuestro
contexto social vasco, alcanza una particular actualidad. No terminamos
de darnos cuenta de que tanto la ‘cultura de la vida’, como la ‘cultura
de la muerte’, conforman una conjunción armónica de sus valores
internos, que exigen y reclaman coherencia.
No puede tener coherencia moral plena la labor de los organismos
públicos y privados que abogan por impulsar un proceso de paz en el País
Vasco, si al mismo tiempo se muestran insensibles hacia los más
frágiles de nuestra sociedad (entre ellos los niños concebidos y todavía
no nacidos). ¿Qué autoridad moral podrían tener, por ejemplo,
instituciones como la “Secretaría General para la Paz y la Convivencia”,
el “Defensor del Pueblo”, las “Conferencias por la Paz”, etc.; si no
tuviesen nada que decir en defensa del derecho a la vida de los más
indefensos, en cuyas manos —por cierto— está el futuro de nuestro
pueblo? ¿Se puede construir una convivencia pacífica dando la espalda a
la muerte violenta de más de cuatro mil seres humanos al año —solo en
Euskadi—, antes de su nacimiento?
Soy consciente de que no pocos juzgarán como inaceptables mis palabras,
por estimar que estoy confundiendo conceptos distintos. Supongo,
obviamente, que también estimarían como inapropiadas aquellas palabras
que la Madre Teresa de Calcuta pronunciaba en Oslo. ¿No estaba mezclando
ella también ‘las churras con las merinas’? ¿Cómo se le ocurrió
referirse al aborto cuando estaba siendo galardonada por su labor en
favor de los más pobres? ¡Pues, precisamente, por eso! ¡Ese mismo es el
motivo!
En palabras de nuestro Papa Francisco, el problema está en la ‘cultura
del descarte’, que afecta tanto a la explotación de los más pobres por
parte de las multinacionales, como a las víctimas del aborto. Y mientras
no tengamos la plena convicción de que en esta “baraja” no sobra
ninguna “carta”, sino que es necesario integrar a todas y a todos;
estaremos cimentando sobre arena. El bien común es para todos, o no es
tal. Mientras excluyamos del bien común a los más débiles de nuestra
sociedad, todos los planteamientos que podamos hacer sobre la paz, la
convivencia, el diálogo y el bienestar, tendrán muy escasa consistencia,
además de un alto riesgo de hipocresía.
3.-Antídotos contra el “descarte”: ternura y esperanza
La cultura del descarte no puede ser superada desde un puro voluntarismo....
Leer texto completoTexto extraido de: http://pildorasantimasoneria.blogspot.com.es/2014/04/el-descarte-del-aborto-el-grito.html
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