¿Es
el evolucionismo una teoría con base científica?
En
este capítulo discutiremos una pregunta de importancia fundamental,
que actualmente ocupa un lugar preeminente en la disputa entre el
Cristianismo y el ateísmo. El resultado de esta lucha tienen un significado
decisivo, ya que determinará si el ateísmo va a extenderse aún más, y más
rápidamente,
o si se le pueden quitar sus bases fundamentales.
Evolución significa el desarrollo gradual en la naturaleza, desde formas primitivas hasta formas más elevadas. Las formas de vida que han dejado de existir, demuestran que las especies se pueden clasificar en grupos parecidos escalonados. No se puede refutar esta parte de la teoría evolucionista.
El evolucionismo afirma que este desarrollo tiene lugar sin intervención sobrenatural, simplemente a causa de fenómenos externos, puramente mecánicos, según las leyes de la naturaleza. Según esta teoría no se necesita de un creador. Los adeptos del evolucionismo son los evolucionistas.
Hablaremos ahora de los factores que causaron la evolución. Hay que comprobar si la evolución ha sido posible por medio de fuerzas inmanentes en la materia, con la ayuda de la casualidad. Esta teoría, llamada teoría de la descendencia, afirma que el hombre desciende del animal. Según la visión cristiana, lo primario es el espíritu. Según el materialismo surgió de la naturaleza, con el tiempo. Como los evolucionistas no necesitan de un Dios creador, no se le menciona en la literatura de los representantes de esta teoría.
El evolucionismo predomina en la opinión pública. Se encuentra en los libros de texto, y domina en las discusiones de los medios de comunicación.
La
enseñanza es unilateral y muchos estudiantes ignoran el gran número de objeciones críticas. El evolucionismo es
como ya dijimos una ideología. W. H. Thorpe, el científico, aclara
los motivos de los que abogan por esta
teoría materialista-monista: «La gran mayoría de las personas que han
perdido la fe o que nunca la tuvieron, creen todavía en la naturaleza, en
especial los adeptos a las ciencias naturales».
El evolucionismo es incompatible con el dogma cristiano. Si se demostrara que esta teoría es generalmente insostenible, se derrumbaría la base del materialismo. Las discusiones van más allá de la importancia de una teoría científica. Hace tiempo que parecía que la lucha se decidiría en favor del materialismo. Apresuradamente se divulgó la teoría como un criterio comprobado entre el público en base a escritos científico-populares.
Mientras
tanto ha comenzado inadvertidamente un cambio. Muchos científicos
afamados reconocen que no hay otra disciplina científica con tal cantidad de contradicciones y
afirmaciones sin comprobar como el evolucionismo.
En primer lugar resumimos brevemente las diferentes fases del evolucionismo.
En el año 1809, Jean-Baptiste Lamarck (muerto en 1829) propone la hipótesis de que las condiciones en la tierra sufrían alteraciones en el correr de períodos muy largos y que tanto las plantas como los animales se vieron obligados a adaptarse a los cambios de su entorno. Este desarrollo se efectuaría paso a pasito. Las características adquiridas se transmitían por herencia, originándose nuevos tipos singulares. Más tarde esta tesis de Lamarck fue desechada por falsa. Está comprobado que no hay transmisión hereditaria debida a las influencias del entorno. Además existen muchas clases de animales que habitan el mismo entorno, pero que han experimentado un desarrollo distinto. Otros animales, en cambio, siguen inalterados desde hace millones de años, a pesar de que su medio ambiente haya cambiado. En el año 1859, Charles Darwin publicó su ensayo El origen de las especies exponiendo una teoría nueva. Él vio que la tesis de Lamarck era insostenible y escribió: «Que el Cielo me guarde de la tontería de Lamarck, según la cual hay una tendencia hacia la adaptación debida a la fuerza actuante de la voluntad de los animales». «Desde luego, sus conclusiones no se apartan mucho de las mías, aunque los medios que obran los cambios sean distintos.»
Según
la teoría de Darwin,
los cambios en el mundo animal y el origen de
nuevas especies se debe a la selección natural, «la supervivencia del más
apto».
Los supervivientes a la selección se perfeccionan paso a paso. Pero debía
existir una fuerza propulsora que ocasionaría estas modificaciones de
la
herencia. Darwin desconocía los genes, los portadores de los caracteres
hereditarios y las modificaciones en el plasma por las mutaciones. Hasta este momento se atribuían las modificaciones en
las especies a la intervención del Creador. También lo creía Darwin,
como lo demostraremos. Los darwinistas
ateístas posteriores no dejan lugar para, Dios en la teoría de
Darwin y atribuyen el desarrollo de las fuerzas materiales a la
casualidad. Tanto la teoría de Lamarck como
la de Darwin consideran que el cambio en las especies se efectuaría
en pasos pequeñísimos durante millones de
años. Pronto quedó demostrado que la teoría de Darwin no puede
sostenerse, por las más
diversas razones. La selección puede conservar los mejores ejemplares de una especie, pero nunca
producirá un tipo nuevo; carece de poder creador. La teoría tiene otros
fallos. El principio de la selección condiciona el desarrollo del más apto, pero no
da lugar a apariencias lujosas o formas hipertróficas en el mundo
animal. Pero el lujo en el colorido de la fauna de la tierra y en los océanos es
evidente y habla en contra de esta teoría.
También se desarrollaron caracteres poco adecuados en el mundo animal. Hay que considerar como inadecuados,
tanto la cornamenta enorme en
el alce irlandés megaloceres, así como los colmillos vueltos hacia atrás
de los mamuts de los períodos glaciales, que ya no eran armas sino una
carga. Lo mismo se puede afirmar de los
dientes del tigre de sable. Ni Lamarck ni Darwin pueden explicar la
inmensa variedad de organismos que han
llegado a desarrollarse, a pesar de lo restringido de las condiciones de
vida que encontraron. Según G.
Heberer, por ejemplo, han llegado a existir en los períodos que van desde el mioceno al
plioceno unos veinte millones de anchiterias (una clase de caballos). La
objeción de más peso a la teoría de Darwin, es la falta de las formas
intermedias, que debían existir en un desarrollo evolutivo lento. Darwin sabía de este
hecho que restó credibilidad a
su teoría. Él esperaba que se encontrarían estos numerosos eslabones,
sobre todo en lo que se refiere al
hombre. La investigación intensa durante cien años nos ha proporcionado muchos hallazgos,
pero un hecho es seguro: No existe el «missing link» (el eslabón perdido
entre animal y hombre), como se lo
imaginaron Darwin y sus contemporáneos, solamente existe una cierta
cantidad de formas intermedias. Tampoco se encontró el «missing link» entre el pez y el saurio o entre el
saurio y el pájaro. Es difícil comprender
que la teoría de la evolución no ha visto disminuida su aceptación en base a
todo este conjunto de contradicciones y fallos graves. Los libros de
Darwin tuvieron una gran acogida. Seguramente se debe también a puntos de
vista emocionales. La animadversión hacia las iglesias, que
impidieron
durante mucho tiempo el trabajo científico, se hacía notar, y se nota
todavía
hoy.
Según la teoría de la descendencia, el hombre habría evolucionado de pre-formas animales. Según una teoría popular divulgada en Alemania por el catedrático Ernst Haeckel, el hombre desciende del mono. Haeckel escribe en su principal obra «morfología general de los organismos» (1866): «Sin duda el hombre evolucionó a partir de los catarrinos (una clase de primates) del mundo antiguo y no se le puede separar de la orden de los primates», i Más tarde notó el parecido del embrión humano y el de los Gibbon. Así que postuló apresuradamente la descendencia del hombre del primate Gibbon. «El hombre tuvo antepasados parecidos a los Gibbon.» Lo que Haeckel divulgó entre millones de hombres como criterio científico, resultó ser falso. Hoy se lee en obras científicas: «Con relación a las cuatro grandes clases de primates Gibbon, Orangután, Gorila y Chimpancé, el Gibbon es el que menos parecido tiene al hombre en su grado de organización.
Hubo
pocos intelectuales que no hubieran leído los libros de Haeckel. Cualquier
bachiller los consideraba una revelación. La irreligiosidad se
extendió.
Nadie sospecharía que más tarde se lograrían mejores conocimientos,
que Du Bois-Reymond llegaría a decir cínicamente, que los árboles
genealógicos
de Haeckel se parecen a héroes homéricos, igual de hipotéticos.
Los
alumnos de Haeckel se apartaron de la teoría del Gibbon, declarando otras
clases de antropoides como antepasados del hombre. Así, Brandes, que
optó por el orangután, Keith por el gorila y A. H. Schulz por los
primates
americanos. Weinert, finalmente, vio una conexión con el
chimpancé.
Otros, por ejemplo Franz, vieron el propliothecus fraasi como
antepasado
del hombre y afirmaron en contra de sus conocimientos que la
descendencia
del hombre desde el primate estaba demostrada. Más tarde Beurlen,
un
excelente experto, demostró en su obra La evolución de los organismos,
que
precisamente este linaje presentaba «muchos huecos». Cada cual
pretendía
demostrar la descendencia del hombre, del mono, aunque ninguna J de
estas teorías pudieron ser probadas. Hoy se admite generalmente que la
descendencia del hombre de los primates es imposible.
En
la obra de Gerhard Heberer, editada en 1965: La descendencia del hombre,
Günther Bergner dice: «La hipótesis del gorila se contradice con
los
resultados de otros sistemas orgánicos, al igual como la hipótesis de
Weinert
del chimpancé, y se han de rechazar las dos». Heberer escribe en el año
1968 en la Frankfurter Allgemeine Zeitung del 25 del septiembre: Ha
muerto
el eslogan vulgar «el hombre desciende del mono». Entre el público en
general, todavía persiste esta falsa creencia.
Ya
en los años treinta de nuestro siglo, comenzó un cambio en los
conocimientos científicos, pero algunos antropólogos, sobre todo
Weinert, se aferraban
a la teoría de la descendencia del hombre, del mono. Recibieron cualquier
apoyo de representantes influyentes del III Reich. Incluso se
reeditaron
los ya caducos escritos de Haeckel. En los libros de texto se cita «como
comprobada», la teoría de los tres eslabones (formas transitorias del
antropoide, formas del neanderthal, formas del homo sapiens de la
humanidad actual). En los años cincuenta, finalmente se desechó esta
hipótesis,
que nunca pudo ser probada.
Karl
Weiss dice,
acertadamente, que el poder del monismo no está en la
profundidad de sus ideas, sino en lo emocional, en los afectos fácilmente
convertibles
en eslogans para la masa. Hay que preparar la disposición y esto
siempre se ha logrado. Lo que se hizo en aquel tiempo no era ya
investigación
científica sino ideología e idiotización del pueblo. La tendencia iba
contra
el Cristianismo. Durante el III Reich se favoreció especialmente el grupo de los
ateístas alrededor de Gerhard Heberer (muerto en 1975), de Tubinga,
que editó en 1943 su gran obra colectiva La evolución de los
organismos.
Él
mismo admite en su ensayo Homo, nuestra descendencia y
nuestro
futuro (1968)
que sigue un «método anti-metafísico» (pág. 112). El grupo
presenta una explicación «físico-química de la vida, o sea la palabra
"Dios"
no debe usarse en sus escritos. Según el materialismo monista se admiten
solamente las fuerzas de la materia inanimada. Van Gehlen tuvo que decir a
Heberer que había declarado como comprobada la descendencia
de los antropoides que «esta forma no es comprobable». Heberer se
vio obligado a formulaciones más prudentes. En el año 1951 escribe: «Se da el
caso, que algunas ideas morfo-genéticas, que se expresan en la
estructura
de nuestra visión clásica de la humanidad
no han encontrado siempre el camino
correcto. Él admite que el optimismo expresado durante las últimas cinco décadas debe atenuarse algo. En su
libro Homo, nuestra descendencia y nuestro futuro editado en 1968, se ve obligado a admitir que la
visión histórica de los primates
hasta el homo sapiens «es en gran parte hipotética».
La
investigación biológica comprobó que las modificaciones en los
individuos
solamente se realizan por modificaciones de los genes. Estos hechos obligaron
a los evolucionistas a reconsiderar sus explicaciones de las fuerzas evolutivas
y el proceso de selección en la lucha por la supervivencia, así
como
la adaptación al medio ambiente. El darwinismo había sido derrotado pero
los darwinistas no se dieron por vencidos e intentaron salvar su
monismo
mediante el neo-darwinismo.
Ahora
nos hemos de ocupar brevemente del gen. El gen es la unidad más
pequeña de una célula, o sea el átomo biológico; el gen es el portador
de
las modificaciones hereditarias y contiene todas las informaciones
necesarias.
A veces se compara el gen a una ficha informática en la literatura científica. A
la pregunta de dónde proceden todas estas «fichas» y quién suministra la
información, la ciencia contesta: «Esta pregunta es idéntica a
la pregunta del origen de la vida en la tierra. No se pueden dar
informaciones
exactas, solamente algunos intentos parciales, algunas hipótesis. Esto
es
la base del evolucionismo o del neo-darwinismo.
Raras
veces se dan modificaciones en la información hereditaria acumulada por
cambios químicos del ADN. Estas modificaciones del gen se denominan
mutaciones. Una mutación tiene consecuencias negativas o positivas
para
el plan genético. Casi siempre son negativas. En la naturaleza se ven
pocas
mutaciones, pero pueden ser provocadas artificialmente por onda corta o por
conductos químicos mutágenos. Ahora los evolucionistas enseñan que la
evolución se realiza por mutaciones en pequeños pasos. Como ya dijeron
Lamarck
y Darwin, la evolución habría necesitado de centenares de millones
de años. Hay que tener en cuenta que las mutaciones espontáneas se producen
muy raramente en la naturaleza y los experimentos demostraron que
casi todas las mutaciones tienen efectos malignos, como malformaciones,
etc. La mayor parte de los experimentos se han efectuado con la mosca
Drosophila. Se han criado veinte millones sin que apareciera una clase
nueva.
Las mutaciones casi siempre llevaron a pérdidas.
Se
demuestra que mutaciones pequeñas interesan solamente caracteres secundarios
dentro de una especie, pero no originan nunca formas intermedias entre una
clase y otra. Pero lo que interesa es el cambio de la
estructura
y la
evolución de nuevos tipos. No se puede poner en marcha la
evolución
por pequeñas mutaciones.
Al
mismo tiempo se lograron nuevos conocimientos por los resultados de
la paleontología, que desacreditaron el evolucionismo. Desde tiempos
de
Lamarck, los evolucionistas sostienen que nuevas clases surgirían
después
de muy largas épocas. Pero los investigadores pudieron demostrar sin
lugar
a dudas, que la aparición de nuevas clases de animales no se produjo
paulatinamente
a través de transiciones en las diferentes edades de la tierra, sino,
todo lo contrario: nuevas clases aparecieron espontáneamente.
Algunos
hechos para la ilustración. Overhage escribe: «Desconocemos el origen de
los diferentes linajes de las muy variadas clases de invertebrados,
porque todos aparecieron en sus formas altamente desarrolladas al
mismo
tiempo, lado
a lado en los estratos fosilizados del cámbrico. No pueden derivar
de formas anteriores, ya que el pre-cámbrico (más de 500 millones de
años) no ofrece prácticamente fósiles. El tipo de los vertebrados aparece
espontáneamente
por
primera vez en el silurio».
Karl
Weiss informa:
«En el ante-silurio aparecen los primeros vertebrados».
Chamberlain dice al respecto: «La aparición de los peces es uno de los
hechos más repentinos y drásticos de la historia de la tierra: surgen
desde
un origen oculto en una gran gama. Ya desde el comienzo existe una gran
cantidad de numerosos y muy diferentes tipos: tiburones, rayas, peces
abismales,
peces acorazados». «Las aves aparecen de repente en el jurásico.
La
primera ave archaeopteryx fue considerada a menudo como forma
intermedia
entre el reptil y el ave, pero se ha demostrado que era realmente un ave, con
cuatro garras y un plumaje auténtico. Nadie nos puede explicar cómo
se pueden formar plumas de ave a partir de las escamas del reptil. Los
mamíferos aparecen espontáneamente, a principios del terciario con
infinitas
órdenes, familias y clases. De formas intermedias no hay ningún
indicio»,
dice Weiss. «Si seguimos con esta limpieza lógica, al final no
quedará
gran cosa del árbol genealógico construido por Darwin. El premio
Nobel,
Konrad Lorenz, acentúa especialmente en su ensayo La otra cara del
espejo,
que
en cada fase evolutiva de la vida surge algo nuevo que no puede proceder
de un eslabón inferior.
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